sábado, 25 de febrero de 2012

Febrero 2012


Hace meses que no oigo lo que dices.
Es la noche, y su silencio, el que agarrota mis sentidos.
Toco mis pies y están fríos,
han perdido por completo sus raíces.
Desdibujado y triste pasa el día,
como un perro que se lame sus heridas
sin importarle estar cargado ya de cicatrices.
¡Todo lo que yo tenía y ya no tengo!
Con sigilo pasa mi vida, como un enorme cocodrilo
que acecha  a la víctima desde su escondite sumergido.
En contadas ocasiones la nostalgia
enciende de nuevo mis manos. Esa magia
me aferra a tu recuerdo como un recién nacido a un marchito pecho.
Ese recuerdo teje mantas que me arropan,
porque mi conciencia  es huérfana de carne,
y no habrá nada que jamás posea que no tema perder.
Es algo irremediable; ya no hay fuego en mi mirada,
y es que la vida a entrado calando bayoneta en mi remanso
negándome el  derecho a mi descanso de tanto que me aprieta.
Me quedo debilitado como una espiga,
como el cadáver de un mosquito tirado en la cuneta,
incapaz de emitir sonido, falto de sustento.
Entonces apareces tú, y todo cambia,
porque me aportas fortaleza, eres mi alimento.
Toda esa debilidad se va vacía, tal cual vino.
Vuelvo a estar hambriento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ayúdame a poner un poco de orden en este caótico desván. Exprésate, opina, discrepa, sugiere...