Todos los días parecían iguales en la
vida de Silvia Camacho. Todos empezaban con esa claridad prometedora y acababan
en ese ocaso sangriento que le impedía el sueño noche tras noche. “Dale otra
oportunidad”-se repetía engañándose a sí misma “Seguro que se ha olvidado…” “El
amor es lo más grande”.
Todas y cada una de las noches besaba su gastada foto,
guardándola con mimo debajo de su almohada, como si su sola presencia pudiese
hacerle menos fríos sus velados amaneceres. Al despertar siempre venía lo peor, cuando se repetía
desilusionada que solamente había sido un sueño. Al despertar solamente podía
admitir que ansiaba sus besos, sus caricias…
Debería de existir un manual que te enseñase desde niño a
dominar las emociones. Podría dividirse en capítulos, de manera que en los
primeros aprendieses a soñar, a querer, a comprender los sentimientos; siendo
justo también que en el epílogo se
enseñase a olvidar. “Eso estaría bien”-reconoció entristecida.
De la misma manera debería de haber un capítulo especial que
se centrase en el amor. Sería el capítulo más extenso de todos; y en él se
recogerían en pequeños subcapítulos
cosas como la emoción, los nervios, la ilusión del primer beso…”Sería un
capítulo magistral, no me cabe duda”.-pensó -¡Hasta luego, Maria Luisa! Si,
si…voy como todas las mañanas a la cafetería, luego nos vemos…
“¿Y qué hacer con el desamor?”-Cierto…El manual debería de
mostrar los riesgos de quedarte sin amor. La ausencia forzada del amor te deja
vacío como una cáscara marchita. Cuando el amor se va solo queda su ausencia.
Cuando estás enamorado el amor de tu vida te hace sentir importante; pero
cuando el amor se va se lo lleva todo consigo, y el problema es lo importante
que a veces deja de hacerte sentir. “El desamor no lo aprobaría nadie, nadie
está preparado para esa sed devoradora”-Admitió entristecida.
Sumida en sus meditaciones no se había dado cuenta de que
había ya había llegado. “Hasta luego, mi amor…”-le había dicho su amado Xavi
antes de salir disparado por la puerta-“ Me voy, que llego tarde a trabajar.
Nos vemos en el café de siempre, a la
hora de siempre… Te quiero…” Eran las cinco en punto de la tarde. No tardaría
en llegar…
-Buenas tardes…-Musitó al entrar en la vieja cafetería.
-Buenas tardes, Silvia…¿Lo de siempre?
-Lo de siempre, Julián.
Sentada
en su mesa habitual ante su café con leche habitual
esperó ansiosa la llegada de su amado Xavi, escuchando sin querer el
comentario de los animados jóvenes que jugaban a las cartas en la mesa
de al lado:
-Ya está otra vez
aquí “la viuda del Mofrechu”…Mira si estará loca que mi padre dice que lleva
treinta años viniendo aquí a sentarse sola toda la tarde. Solamente mira por la
ventana. Ni siquiera se toma el café…-El grupo coreó a carcajadas su
ocurrencia.
Silvia Camacho volvió a mirar por la ventana mientras una
lágrima se deslizaba por su cara.
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