sábado, 25 de febrero de 2012

El amor nunca se muere si uno no quiere

Todos los días parecían iguales en la vida de Silvia Camacho. Todos empezaban con esa claridad prometedora y acababan en ese ocaso sangriento que le impedía el sueño noche tras noche. “Dale otra oportunidad”-se repetía engañándose a sí misma “Seguro que se ha olvidado…” “El amor es lo más grande”.
Todas y cada una de las noches besaba su gastada foto, guardándola con mimo debajo de su almohada, como si su sola presencia pudiese hacerle menos fríos sus velados amaneceres. Al despertar  siempre venía lo peor, cuando se repetía desilusionada que solamente había sido un sueño. Al despertar solamente podía admitir que ansiaba sus besos, sus caricias…
Debería de existir un manual que te enseñase desde niño a dominar las emociones. Podría dividirse en capítulos, de manera que en los primeros aprendieses a soñar, a querer, a comprender los sentimientos; siendo justo  también que en el epílogo se enseñase a olvidar. “Eso estaría bien”-reconoció entristecida.
De la misma manera debería de haber un capítulo especial que se centrase en el amor. Sería el capítulo más extenso de todos; y en él se recogerían  en pequeños subcapítulos cosas como la emoción, los nervios, la ilusión del primer beso…”Sería un capítulo magistral, no me cabe duda”.-pensó -¡Hasta luego, Maria Luisa! Si, si…voy como todas las mañanas a la cafetería, luego nos vemos…
“¿Y qué hacer con el desamor?”-Cierto…El manual debería de mostrar los riesgos de quedarte sin amor. La ausencia forzada del amor te deja vacío como una cáscara marchita. Cuando el amor se va solo queda su ausencia. Cuando estás enamorado el amor de tu vida te hace sentir importante; pero cuando el amor se va se lo lleva todo consigo, y el problema es lo importante que a veces deja de hacerte sentir. “El desamor no lo aprobaría nadie, nadie está preparado para esa sed devoradora”-Admitió entristecida.
Sumida en sus meditaciones no se había dado cuenta de que había ya había llegado. “Hasta luego, mi amor…”-le había dicho su amado Xavi antes de salir disparado por la puerta-“ Me voy, que llego tarde a trabajar. Nos vemos  en el café de siempre, a la hora de siempre… Te quiero…” Eran las cinco en punto de la tarde. No tardaría en llegar…
-Buenas tardes…-Musitó al entrar en la vieja cafetería.
-Buenas tardes, Silvia…¿Lo de siempre?
-Lo de siempre, Julián.
Sentada en su mesa habitual ante su café con leche habitual esperó ansiosa la llegada de su amado Xavi, escuchando sin querer  el comentario de los animados  jóvenes que jugaban a las cartas en la mesa de al lado:
-Ya está  otra vez aquí “la viuda del Mofrechu”…Mira si estará loca que mi padre dice que lleva treinta años viniendo aquí a sentarse sola toda la tarde. Solamente mira por la ventana. Ni siquiera se toma el café…-El grupo coreó a carcajadas su ocurrencia.
Silvia Camacho volvió a mirar por la ventana mientras una lágrima se deslizaba por su cara.

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