Me pediste noches de cine y palomitas
en el sofá de nuestra casa, aniversarios con sorpresa y estanterías ordenadas.
Y yo solo pude darte mi amor de hombre, sin darme cuenta de que en realidad no
me pedías nada que ya no fuera tuyo.
Me pediste cordura y atenciones. Y yo solo puedo entregarte mi enajenación; porque así me lo dicta mi conciencia; porque me susurra al oído el corazón que la manera más sensata de amar es haciéndolo hasta la locura.