sábado, 28 de febrero de 2015

#Balbina secretaria?



Sus pestañas eran tan tupidas como una selva amazónica. Me sentí observado, y procuré que no advirtiese que me estaba sintiendo intimidado. Se abrió un claro en la vegetación, y la selva esmeralda que surgía de sus pupilas me lanzó un destello divertido. Me volví a sentir como cuando era apenas un párvulo, indefenso ante la celosía del confesionario de Don Hilario. Ella relajó un poco los hombros, y las persianas amazónicas dejaron de atrapar el tiempo. Para acabar de desconcertarme, se rió. No era una risa histérica de colegiala, de ésas que a veces sueltan las tías más buenas despojándolas de todo glamour. Era una risa inesperadamente tímida, calculada y atractiva. Todo en ella me resultaba seductoramente inocente. Traté de no mirarle el escote, pero supongo que mi cerebro y mi codicia no hablaban el mismo idioma en aquel preciso instante, porque la curiosidad me hizo desviar la mirada. Sentí nuevamente esa extraña sensación de  ingravidez, y un millón de hormigas danzando nerviosas a la altura de mi ombligo. Para no darle una imagen aún más lamentable bajé la mirada, carraspeé y continué con mi entrevista.